domingo, 11 de octubre de 2009

Contra las patrias. (8)

Os invito a leer un trocito del libro que publicó Fernando Savater en 1984.





Lo importante es, sencillamente, subrayar que, en sí mismo, el nacionalismo no tiene ninguna especial virtud redentora, ni tampoco es en toda ocasión signo de una lacra irracional entre las diversas opciones políticas. Y también es preciso aclarar que de ninguna manera hace falta compartir la vocación política nacionalista para reconocer el derecho de existencia y libre de expresión a ésta, lo mismo que no hace falta ser uno mismo religioso para tenerse por firme partidario de la logia, en cambio, el nacionalismo es ya mucho más discutible. En fecto, no se trata simplemente de creer en el derecho de cada "nación" a su autogobierno, pues el carácter mismo de nación o sus límites o lo que se entienda por autogobierno son conceptos que no pueden ser sin más establecidos sin una serie de presuposiciones que terminan por abarcar toda una concepción política explícita o implícita, toda una doctrina acerca de lo primordial en la vida y orden de la comunidad. Diríase que, en su fórmula más templada, el nacionalismo es algo así como un discreto conservadurismo que dice "a mí que me dejen con mi vida, con mi lengua, con mis costumbres y con mis propios errores o aciertos", es decir, no pasa de ser un rechazo de las injerencias foráneas; pero, en su expresión más extrema, el nacionalismo puede ser una ideología imperialista, racista y la mejor coartada para empresas bélicas criminales.

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