jueves, 8 de octubre de 2009
Contra las patrias. (4)
Dijo Rainer Maria Rilke que "la única y auténtica patria del hombre es su infancia". Este libro va contra todas las patrias, pero permanece fiel a ésa que nos reveló el poeta. Y mi infancia es San Sebastián, Fuenterrabía, Pasajes, Lezo, la Guipúzcoa preciosa y oprimida por el franquismo de los años cincuenta. No tengo sangre vasca, salvo lo que pueda venirme por transfusión de un apellido Ecenarro más bien remoto. Mi madre es madrielña, y mi padre, granadino, fue notario de San Sebastián durante casi treinta años: ambos se consideraron incesante y jubilosamente donostiarras. Desde pequeño tuve ocasión de experimentar las paradojas persecutorias de la diferencia: en el colegio de San Sebastián solía ser objeto de benévolas burlas por mi dicción demasiado castellana (defecto agravado por mi pedante afición de lector procaz a las palabras rebuscadas), mientras que, cuando a los trece años me trasladé a Madrid, sufrí entre mis compañeros auténtica marginación y veniales linchamientos por mi acento demasiado vasco. Nada educa tanto como la frontera y el exilio... aunque se padezcan a la más modesta escala.
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