martes, 27 de octubre de 2009

Contra las patrias. (25)


Concretemos un poco estas reflexiones, centrándolas en el caso español. En nuestro país, con los gobiernos democráticos de derechas y de izquierdas, se han intentado solucionar con un único dispositivo legal dos problemas distintos: por un lado, el reconocimiento institucional de comunidades con rasgos propios (lengua, tradición, conciencia nacional, etcétera), secularmente maltratadas en lo cultural y en lo político por el Gobierno central; por otro, afrontar una descentralización admisnistrativa imprescindible para la modernización del Estado y el abandono de los modos totalitarios de la dictadura. Reunidas en un solo lote estas exigencias dispares, ha habido que inventarse por todas partes nuevas identidades semi-nacionales para diluir las efectivamente existentes al igualarlas por el mismo rasero; y, aquí o allá, en los lugares más imprevistos (¡hasta en el propio Madrid!) ha comenzado a sonar el himno de la fiel autonomía... Se dice que de este modo se pretende luchar contra los "privilegios" de unas comunidades con respecto a otras, pero ¿es el mantenimiento de la solidaridad en el país o el de cierta imagen patriótica de control, y del control estatal, lo que se busca? ¿No hay privilegios más dañinos y por el momento más inatacables que debieran ser eliminados prioritariamente? por otro lado, es evidente que partidos abiertamente de derechas han adoptado la bandera del nacionalismo en las comunidades históricas como la ideología que menos puede afectar a sus intereses económicos y que mejor puede legitimar su supremacía política. Cuentan para ello con la paradójica colaboración de grupos independentistas-izquierdistas de ideología netamente delirante y que suelen atacar al hombre a la más fútil provocación. El lema de unos y otros es: "Estamos peor que nunca". En efecto, muy mal tienen que estar las cosas para que ellos lleguen a convertirse en protagonistas. Resumiendo en dos palabras la situación: los demócratas tienen que tomarse en serio las reivindicaciones específicas de las nacionalidades que efectivamente lo son, y los nacionalistas deben aceptar que sólo en el marco y con el apoyo de un Estado democrático español pueden salir sus aspiraciones del resentimiento pasado hacia el futuro más plural y más justo.

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