jueves, 29 de octubre de 2009
Contra las patrias. (29)
Nada fomenta más realmente, más hondamente, la paz del Estado que la protección y desarrollo del euskera, catalán, gallego, etcétera, porque cada palabra respetada es violencia evitada; pero nada más miserable que quien utiliza una de esas lenguas como arma de combate e incomunicación, como pura negación de la disposición a entender y ser entendido, porque mata el lengauje que emplea más eficazmente que quien antaño lo prohibió. No es cierto que, si uno no quiere, dos no riñen: basta con que uno opte por la destrucción arrogante de la violencia para que ésta despliegue su lepra e inicie la mímesis vengativa. Para hacer lo realmente difícil, en cambio, lo realmente precioso -hablar, amar- hacen falta al menos dos: ahí está la gracia.
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