lunes, 20 de julio de 2009
Corre, Rocker. (6)
Por tanto nos situamos en el extremo opuesto de los telúricos cantautores barceloneses de la guitarra de madera. Nosotros teníamos guitarras eléctricas y, con la misma voluntad de protesta que ellos, teníamos el punk rock. El entendimiento, a pesar de ese mismo origen, fue nulo por ambas partes. Los progresistas que habían nacido tres lustros antes que nosotros, después de desgastar su primera juventud bajo el techo gris de la última suela franquista, se decepcionaban ante unos frutos de la transición democrática que siempre resultaban magros con respecto a sus anhelos de alopecia y celulitis, dieron por sentado de manera superficial que a nuestra oposición estética le debía acompañar necesariamente la misma toma de posición ideológica. lo mínimo que nos llamaron fue fascistas. Resultaba inútil argumentar que interesarse por la cultura musical de un país no significa estar de acuerdo con su política exterior. Era vano también recordar que el rock procedía de los afroamericanos, el estamento más desposeído de aquella cultura. Todo eso puede parecer obvio ahora, pero entonces mi amigo J.M. fue zarandeado en Bilbao por una recia cuadrilla de muchachotes con camisas a cuadros que le acusaban de colonialista. El pecado de mi amigo era llevar tupé y cazadora de cuero en lugar de barba y melena. En la pupila de sus agresores brillaba la fiebre compulsiva del "hooligan" que dice en plural "hemos ganado" después del partido de su selección nacional.
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