Amigos:
Es para mí un verdadero honor participar en esta manifestación convocada por Ciudadanos y a la que se ha sumado el Partido Popular respondiendo a la consigna de unidad con la que nació el Movimiento Cívico aquí, en Cataluña, y en el País Vasco. Y es para mí una alegría encontrarme con los amigos de siempre de esa lucha cívica por las libertades, con Albert Rivera, con Isabel Calero de Ciudadanos para la Libertad, con Marita Rodríguez y Elvira Fuentes de la Asociación por la Tolerancia… y con tantos otros.
Vengo de un lugar donde el Lehendakari que tenemos necesitó que le hicieran Lehendakari para aprender la “lengua materna”. Euskadi es un lugar muy raro donde la lengua materna la aprendemos con cuarenta años. Un lugar donde ese Lehendakari es tan coherente con la ideología y con el tipo de “buen vasco” que defiende que no habría aprendido nunca euskera si no le hubieran dado el poder.
Vengo de una Euskadi donde a su vez el padre del Lehendakari, vasco de Llodio y de presunta pura cepa, necesitó ponerse unos auriculares debajo de la boina para escuchar a su hijo, un 30 de diciembre de 2004, la exposición de su Plan de Libre Estado Asociado en el mal euskera que había tenido que aprender porque le habían hecho Lehendakari.
La imagen de aquellos cables descendiendo de la txapela del anciano en un banco del hemiciclo alavés explicita perfectamente la farsa de una supuesta “ciudadanía” que ha tenido treinta años de libertad para aprender esa lengua y a la que habría que considerar un tanto dura de mollera si damos por hecho que su interés por ese aprendizaje es sincero y no una simple pose marcada por la propaganda y el terror. Si, según datos del propio Gobierno Vasco, esa sociedad sigue anclada en el 11% de uso social del euskera después de tres décadas de gastar 20.000 millones de pesetas al año y de tanta pasión por esa lengua, habrá que deducir que los vascos tenemos un tipo de mente “refractaria a cualquier conocimiento intelectual”. Yo me niego a pensar eso y por eso llamo “imposturas” a esas políticas lingüísticas de los últimos treinta años.
El caso catalán es diferente del vasco. Aquí la inmersión lingüística ha sido más eficaz, más verosímil, pero el propósito de negar la docencia de la lengua común, a las jóvenes generaciones es el mismo: Quitarles un arma fundamental de cultura y promover una sociedad de la desigualdad y del privilegio, una España donde crece y se ampara la enseñanza privada, donde no se ha realizado el modelo de una escuela igualitaria, donde los hijos de las clases más desfavorecidas están condenados a la ignorancia, a la limitación impuesta de sus potencialidades culturales o profesionales y a la radicalización ideológica de la escuela pública mientras que los hijos de los dirigentes acceden a una enseñanza de calidad acorde con sus altas aspiraciones en la vida (el famoso caso del colegio alemán de Montilla). A la defensa de este planteamiento le llaman ser de izquierdas.
Se llamaba Herodes un tipo que asesinó a los niños de su reino ante el temor de que uno de ellos pudiera arrabetarle un día el trono. Ibarretxe y Montilla son lo que podemos llamar “Herodes pedagógicos”. Tratan de decapitar intelectualmente a las nuevas generaciones quitándoles el castellano, quitándoles el dominio perfecto de la lengua común, quitándoles las posibilidades de desarrollarse culturalmente para que no haya entre ellos quienes un día puedan relevarles en el poder y traer la libertad al País Vasco y a Cataluña. Yo felicito a Ciudadanos por esta iniciativa de hoy porque es un paso en el camino hacia esa libertad en esta tierra y en la mía.
Iñaki Ezkerra
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