Editorial de UPyD.
"Unión Progreso y Democracia nació desde Euskadi para ser un partido nacional que se presenta en toda España sin franquicia, sin cambiar las siglas y sin aceptar excepcionales". Con esta frase, Rosa Díez ha explicado por qué el partido del que ella es portavoz no puede contemplar alianzas, coaliciones o cualquier tipo de asociación con otras fuerzas políticas. Díez ha puesto el ejemplo de lo sucedido al PSOE con el PSC o al PP con UPN. Los partidos otrora nacionales han desaparecido de Cataluña y Navarra respectivamente. Es más, populares y socialistas se han ido desfigurando como partidos españoles para convertirse en sendas coaliciones de intereses regionales, en las que las decisiones no se toman pensando en el interés general, sino tras alcanzar un pacto entre las diferentes baronías o tras la victoria de una de ellas sobre el resto. Así se explican, en buena medida, los males de España.
UPyD puede compartir ideas y valores con todos los partidos, salvo con las franquicias políticas del terrorismo. Y dentro de su modelo de democracia entiende el acuerdo y el pacto entre formaciones legítimas como métodos imprescindibles para impulsar reformas importantes y garantizar la gobernabilidad. Así lo ha demostrado en Asturias tras el acuerdo firmado con el PSOE, o en Alcalá de Henares (a pesar de que el PP parezca dispuesto a dinamitar su acuerdo con el partido magenta). Así lo ha demostrado llegando a acuerdos con el PP para fomentar la custodia compartida, o con el Gobierno el fin de los privilegios penales de partidos y sindicatos, o con todos los grupos para reclamar una estrategia contra los suicidios. Pero para que el diálogo sea efectivo y sus resultados justos, las partes deben ser honestas y transparentes, y deben recogerse todos los puntos de vista.
En España ha habido posiciones que han dejado de estar presentes en el debate político. Son las que UPyD ha retomado y ha logrado poner sobre la mesa. Lo ha podido hacer porque es un partido independiente, sin cadáveres en los armarios ni hipotecas por pagar. Además, puede defender sus ideas en toda España, y explicar a los ciudadanos que el que vota a UPyD en Gerona y el que lo vota en Huelva están votando lo mismo. Y esto, en España, es un caso único. Para que no se excluya del debate público - ni hoy ni en el futuro - ningún asunto que afecte al interés general, es imprescindible un partido inequívocamente nacional. Sin esta presencia, el debate, los acuerdos y los pactos que configuren la España del futuro estarán sesgados. Bien porque se hayan excluido cuestiones clave o bien porque no se hayan escuchado todas las voces.
Cuando UPyD presentó la querella contra Bankia - sirva esta experiencia como ejemplo -, algunos, al no encontrar otro argumento, le acusaron de actuar por electoralismo. Ahora, al quedarse lejos de obtener representación en Cataluña, los mismos critican que se haya negado a pactar con otras formaciones. UPyD, como todos los partidos, quiere votos. Pero no los quiere para que sus líderes salgan en portada, ni para colocar afiliados en chiringuitos públicos, ni para mantener el statu quo. Los quiere para cumplir su programa y su Manifiesto Fundacional. Los quiere para llevar a cabo las reformas que España necesita. Y para lograr su objetivo no puede renunciar a sus principios ni arriesgar su integridad como partido. Tiene que asegurarse de que siempre podrá decir lo mismo en todos los lugares de España.
martes, 29 de enero de 2013
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