domingo, 30 de agosto de 2009

Isaiah Berlin


"El nacionalismo es una inflamación patológica de una conciencia nacional herida".



Isahiah Berlin.

sábado, 29 de agosto de 2009

Alma controlada


"Tener un alma controlada por la geografía me parece una terrible indignidad."


George Santayana

jueves, 27 de agosto de 2009

George Santayana


"Cuanto más semejantes son en lo externo dos personas diferentes, más conscientes y celosas llegan a ser de la diversidad de sus almas; y, cuandolos individuos son demasiado insignificantes para preservar niguna personalidad o distinción propias, se apretujan juntos en pequeñas sociedades deliberadas y grupitos facciosos, en la esperanza de dar a su imaginación, en último extremo, algún pábulo y confortamiento. Las nacionalidades privadas y las religiones privadas tienen en tiempos como éstos considerable demanda".


George Santayana

martes, 25 de agosto de 2009

W.Ll Garrison


"Nuestro país es el mundo, nuestros compatriotas son toda la humanidad. Amamos la tierra en que nacimos, tanto como amamos todas las tierras".


W.Ll Garrison

domingo, 23 de agosto de 2009

Patria est...


Patria est, ubicumque bene est.

(La patria está dondequiera que uno esté bien)



Séneca

J.L. Borges


"El patriotismo es la menos perspicaz de las pasiones".


J.L. Borges, Ficciones

sábado, 22 de agosto de 2009

Schopenhauer


"Cada nación se burla de las otras y todas tienen razón".


Schopenhauer

sábado, 15 de agosto de 2009

jueves, 13 de agosto de 2009

Corre, Rocker. (y 28)


Con este "post" acaba la serie dedicada a recoger esbozos del libro que escribió, en su día, Sabino Méndez.


Nuestra juventud, ese ámbito excesivo, discurrió en la patria de la exageración. Se encontró en el día cero de una sociedad que cambiaba sus estructuras, en un mundo que emergía de una oscuridad intelectual devoradora, de un paisaje gris de las costumbres. Ese mundo fue la prehistoria del escenario en el que actualemnte vivimos. Sé que, a través de él, discurre la cadena de acontecimientos que ha construido el momento actual. Puede resultar útil para comprenderlo, pero nunca sabré si lo he recreado bien.
El hombre queda, pues, traicionado por todas las historias, por la propia memoria. No es grave, pero es inevitable. No me escuchen a mí, escuchen a la palabra que siempre es delatora. Considerénse saludados. No fastidien. No me molesten.

Corre, Rocker. (27)


Lo que me hace reaccionar es una especie de cólera pura, más contra la apresurada voluntad de incomprensión que contra la mezquindad. Mi paciencia se ha acabado. Los más obtusos creadores de lazaretos creen que la negativa de algunos a la manipulación se debe a una incapacidad de practicarla y no a una elección libre de su temperamento. Ese panorama de confusión ha provocado que conceptos positivos como "ingenuidad" e "inocencia" se hayan connotado con significados que transmiten casi imbecilidad. Al mismo desgraciado fin se está empujando a palabras tan imprescindibles como "nobleza" e "idealismo".
Yo (pausa solemne), soy el rey de las palabras. Este manuscrito así lo indica. Bienvenidos a mi reino. No es ncesario que fuera de este ámbito imaginario se reconozcan mis derechos a la corona. Como todo texto, está escrito por un obseso, por un pequeño loco, pero (has de reconocerlo, lector) si se quiere seguir adelante no queda más remedio que aceptar ese vasallaje cómplice. Luego, como en casi todos los casos, si el boca a boca aprueba mi manera de imaginar el mundo que he habitado, me convertiré en tu esclavo. Voy a hacer una recreación del trueno y no pienso repetirla. Se acabaron las buenas maneras.
De lo que sucedió a continuación pueden dar fe las hemerotecas. Aprovechando mi columna de ABC, publico un artículo en el que anuncio mi marcha del grupo, el fin de una época, y señalo todo lo que me disgusta del entorno, del negocio de la música y de mi propio grupo. Completo mi posición con varias entrevistas en diversos medios de prensa que desbordan la soberbia y orgullo a partes iguales. La atención que los medios especializados nacionales muestran por la polémica señala la madurez y (¿por qué no?) la integración del universo de cultura pop que heredamos de nuestros mayores. La euforia de hallarme en plena posesión de mi salud y facultades añadió potencia a la iniciativa discrepante. El disco de despedida, que recogía versiones en directo de muchas de mis canciones de la época anterior, se disparó hacia cifras de ventas que nunca más se repitirían en la trayectoria del grupo. Ese golpe de suerte me permitió afrontar, con la tranquilidad del colchón económico de los derechos de autor, el futuro estimulante pero incierto que me esperaba.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Corre, Rocker. (26)


Con esos ases en la manga, me atrevo a intentar explicar cómo venció mi rebelión contra la esclavitud de las células. Mi propio paganismo me ayudó contra la adicción. En mi casa, desde que crecimos, recibimos una educación tolerante y comprensiva. Un vicio no era un secreto, ni un enemigo, ni una enfermedad execrable. Era simplemente una elección en la que mandaba la debilidad humana. Por tanto, no hube de luchar contra la vergüenza, contra los remordimientos o contra la mala conciencia. Tuve las manos libres para ocuparme de resolver lo verdaderamente importante. A los sumo, hube de cargar con mi vanidad herida, que al final resultó no ser tan fuerte como pensaba. De una manera paradójica, su educación ética les devolvió con naturalidad el hijo a aquellos padres. Resulta que a veces las cosas compensan.

martes, 11 de agosto de 2009

Corre, Rocker. (25)


En el verano de 1988, dando uno de mis habituales paseos por Calafell, vi a Carlos Barral sentado en el pretil de la ancha avenida costera del pueblo. Era un anciano sin edad de anciano y me sorpendió su aspecto desmejorado. Se rumoreaba que estaba muy enfermo, pero cabía desconfiar pues de aquella pintoresca figura literaria vestida de lobo de mar se habían contado en el pueblo muchos chismorreos exagerados. Verlo más envejecido que en cualquiera de mis recuerdos me impresionó. La sensación de tiempo que se escapaba (algo frecuente en mi ánimo por aquellos días) me hizo imaginar que me atrevía a hablarle. Yo buceaba en las colecciones de tapa marrón de El Bardo, y por esos días había recibido una oferta de colaboración semanal en el diario ABC. Sentía la soberbia del escritor y aparecían entonces textos que no tenían un sencillo encaje como letras de canciones. Me senté a un metro de él, bebiendo del mismo rayo de sol. Encendí un cigarrillo. Tenía fama de ser persona de asequible abordaje. Miré negligentemente a las fachadas de las casas de pescadores que se hallaban frente a nosotros. Soy un cobarde. No me atreví a hablarle.

lunes, 10 de agosto de 2009

Corre, Rocker. (24)


Prácticamente, en mi generación, casi todos empezamos entrando en el mundo de las jeringuillas por esnobismo, por una prueba infantil de audacia. No es fácil convertirse en adicto: requiere tiempo y persistencia. Pero la sedación, el olvido del tiempo objetivo, la desdramatización de todas las angustias que conseguía la heroína, nos descubrieron un mundo de alivio rápido y concreto.
Intentar mantener ese alivio es como escupir contra el viento. el precio a pagar por esa congelación de las angustias, por esa implosión del tiempo subjetivo, es, indudablemente, la degeneración de las visceras y la propia vida. Tarde o temprano todos intentamos escaparnos sin pasar por caja, aunque para ello tengamos que renunciar al alivio que más deseamos. escribo, pues, desde la prevención, nunca desde el arrepentimiento. Será así mientras las congregaciones de humanos prefieran invertir en prohibición ignorante antes que en estudios descriptivos e información valorativa.
Si existiera la manera de mantener ese alivio sin sufrir la ruina física y económica podéis estar seguros de que pasaría todo mi trayecto en este valle de lágrimas en un "pico" perfecto. Pero desengañad a vuestro fantasma de la guarda, queridos yonquis; esa posibilidad, tal como yo lo veo, nunca existirá.

domingo, 9 de agosto de 2009

Corre, Rocker. (23)


Resulta, después de todo, que la esencia de la vida y el conocimiento intelectual no es otra cosa que la belleza de las causas perdidas, de los viajes que nunca llegan a conquistar su punto de destino. Ese se nos aparece como el componente principal del extraño viaje humano, el cual, al poco de empezar desde el momento en que nos espera un destino geográfico y no un estado es la burda maniobra de distracción con la que hemos pretendido en Occidente eludir la desapacible idea de la putrefacción.
El consuelo que nos ofrece la vida es el de su propio discurrir. Es lo bastante apasionante a condición de hallarnos dispuestos a enamorarnos del milagro de la percepción, comprensión y análisis. De esa manera las mañanas son siempre nuevas y sorprendentes; vivimos en un país con la perpetua bendición del sol, y eso ayuda. Bajo estas luces, la tosquedad del ser humano brilla resplandeciente: con sus incapacidades, su idea exagerada de sí mismo y sus ambiciones sobrehumanas, es difícil que pueda valorar el lado luminoso de todo el conjunto de sus pequeñas groserías. Es una pena, pero así debe ser o, más bien, no queda más remedio que así sea. Abandonamos, pues, el lecho de buena mañana con una ilusionada curiosidad por ver qué nuevas desgracias nos traerá el día.

Corre, Rocker. (22)


Todo ese trayecto se había realizado entre 1977 y 1988. Presenciamos la transición política, el supuesto fin de la modernidad y el primer gobierno socialista estable en la historia de nuestro país. Vimos desaparecer la censura política e imponerse la autocensura económica. En ese trayecto nos habíamos acostumbrado a ignorar las diferencias entre capricho y primeras necesidades. Todo eso se traducía en cierto hastío, en una pérdida de impulso y creatividad. No éramos los únicos afectados. En mi última visita a londres había comprobado cómo los primeros puestos de las listas musicales comenzaban a estar copados por reediciones de viejas canciones de otras épocas. El tirón creativo de principios de los ochenta se había agotado. En el desierto, todo el mundo plantaba ahora su tienda para intentar venderte mercancías. Nadie invitaba ya a explotar rutas inciertas.

sábado, 8 de agosto de 2009

Corre, Rocker. (21)

Diego Manrique era un tipo perceptivo y cachazudo. Se fijó en un verso de la canción "Siempre libre" en el que yo mismo me autocalificaba de "anarquista de salón". Me preguntó si no era una muestra de cinismo. Aquel día no encontré las palabras, pero una especie de piececita oculta percutió en el mecanismo de la reflexión. En realidad no se trataba de cinismo, sino de la retransmisión en directo de mi propia perplejidad. Uno pretende escribir declaraciones nihilistas e inevitablemente le surge un paisaje más complejo. Si algo me hace concebir esperanzas sobre poseer el talento multicolor del verdadero artista, son esos tropiezos a la hora de escribir panfletos. Tal incapacidad me cierra las puertas de una posible carrera como artista político, esa entusiasta y lucrativa versión intelectual del funcionario paniaguado. Bien mirado, es una pena. La vida sería tranquila y yo tocaría cada año en el mismo espacio público siempre que los míos ganaran las elecciones. No tendría que esforzarme demasiado. No hay nadie que haya nacido con más vocación de corrupto que yo. Lástima de inevitable temperamento.

domingo, 2 de agosto de 2009

Corre, Rocker. (20)


Solo deciros que he aprendido a no pretender prescindir del llanto posparto que me acompañará el resto de mi vida. El pequeño sufrimiento cotidiano me hace fuerte. La lucha contra una propia obra (ese inmenso juguete) da sentido a toda una vida. El problema, el verdadero problema, el inmenso problema de las drogas en nuestro siglo de pretensiones humanas exageradas y decepcionantes es, sencillamente, que están demasiado ricas.

sábado, 1 de agosto de 2009

Corre, Rocker. (19)


Detecto jirones de niebla al fondo del desfiladero de la memoria. Debe ser a causa de las emanaciones de opio que se levantan desde la Plaza Real. Piedras húmedas, antiquísimas, horadadas por callejones. En invierno, el reflejo del cielo gris uniforma orines y humedad, y las manchas en las piedras relucen, se ennoblecen. Entras, entonces, en el Glaciar o el Sidecar y te acoge un calor confortable de novela burguesa, de bohemios en paro. En primavera llega hasta allí el verde de las palmeras y el delicioso eco de la putrefacción del puerto. En septiembre, la lluvia convierte las baldosas del suelo en espejos oscuros, y en el reflejo de las farolas de hierro el muecín hace una llamada a la oración que solo puede oírse en el mundo sin aire de cerebro. Innecesario decir que me gustan mucho los barrios viejos.

Corre, Rocker. (18)


Si presenciamos un crimen y luego decimos que ayer alguien mató a alguien en un descampado, decimos la verdad, pero también mentimos implícitamente. Porque ayer, en aquel mismo campo, donde alguien disparaba contra otro, florecía la primavera y ciento ochenta y tres centímetros más abajo una rata de campo se comía una bonita larva joven. Y eso no es todo. Una vieja artemisa que ya había cumplido su ciclo quebraba su último tallo definitivamente, y sobre ella se abría el epitelio de una flor de otra especie, mientras el viento agitaba a ambas con fuerza. A la vez, a tres, veinte, doscientos mil kilómteros en círculo y en todas direcciones se desarrollan procesos, acciones, se dan casualidades, se hacen gestos y suceden accidentes. Aquí, un poco más allá y en el otro extremo del mundo.
Para intentar archivar ordenadamente dentro de nuestro pequeño y estúpido cerebro esa idea ciclópea y formidable, para no sucumbir al miedo de nuestra propia gratuidad frente a la exuberancia, nos vemos obligados a hacer ciertas selecciones y coger los hechos de uno en uno, por más que eso resulte engañoso. De ese espejismo extraemos ciertas ciencias y con ese equipaje nos lanzamos por la vida. Y, sin embargo, al final, el hecho más importante en nuestra escala de valores es que ayer sucedió un crimen. Eso debería decir algo en favor del ser humano.