domingo, 30 de septiembre de 2012

La ficción del nacionalismo

En Cataluña sólo una parte de la población piensa que somos una nación. Podríamos hablar de un 30%. Sin embargo, la clase política casi en pleno, los medios de comunicación y la abrumadora mayoría de los intelectuales se comportan como si esto fuera un acuerdo largamente establecido. Esas "élites" son las que han legitimado y apuntalado la ficción del nacionalismo en nuestra tierra.


Citileaks, los españolistas  de la plaza real. MARIA TERESA GIMÉNEZ BARBAT

Claridad

La clarividencia de El Roto.

viernes, 28 de septiembre de 2012

¿Queremos seguir siendo catalanistas?

"Mantendremos el euro por receta". Eso dijo el jueves el portavoz del Govern demostrando nuevamente la realidad catalana. Es, pues, urgente que se nos consulte si queremos seguir siendo catalanes, es decir, si queremos seguir pagando las cosas dos veces. Arturo San Agustín en El Mundo.
Y añado. Al final la consulta popular no será sobre la independencia de Catalunya sobre España...será sobre la idoneidad de ser catalán y español o sólo español.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Pie en pared


La opinión de Joaquín Leguina en su blog.



A propósito de los pujos separatistas de Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) defendidos y aprobados en su congreso de Reus (conviene recordar que fue lugar de nacimiento de un connotado y brillante liberal español, el general Prim), leo en un editorial de El País (27-III-2012) que “Todo esto no se corresponde con la fuerza burguesa y previsible, tranquila y responsable que CDC ha sido hasta ahora”.
“¿Previsible, tranquila y responsable?” ¿Quién ha inventado esta fábula? Ese “tranquilo” y “responsable” tan solo es uno de los muchos disfraces de los nacionalistas catalanes. Concretamente aquel que se suelen poner cuando se suben al puente aéreo para volar hacia Madrid, pero si alguien se tomara la molestia de analizar las ideas primigenias, sus derivas y disparates y su historia, apenas encontraría nada nuevo en estas declaraciones de los líderes de CDC. Ahí están el mismo victimismo de siempre y la caricatura de una España –la de “las aguas sucias que nos invaden”, en palabras de Oriol Pujol- culpable de todos los males que sufre Cataluña. Vamos, que “somos los más listos, los más altos, los más guapos, los más trabajadores y no volamos como las águilas porque nos lo impide Madrid”.
Tampoco es nuevo el silencio elocuente y culpable de los dos grandes partidos y también del Gobierno ante los despropósitos –todos ellos anticonstitucionales- de los dirigentes del CDC, comenzando por el –por ahora- más joven de la saga Pujol (¿pretenderán estos Pujol emular a los Kim de Corea del Norte?).
De “delirantes” ha calificado estas propuestas nacionalistas la señora Sánchez Camacho, pero su partido, el PP, sigue apoyando a CDC en Barcelona y busca el apoyo de CDC en Madrid. Y ahí está una de las claves de tanto disparate: el papel de charnela política que juegan en Las Cortes los nacionalismos periféricos. Por no hablar del desaguisado zapateril impulsando el nuevo Estatuto, que sólo ha servido para exacerbar las querencias independentistas de estos pavos.
Hace ya mucho tiempo que sonó la hora de poner pie en pared y de recordarle al nacionalismo que la Constitución está ahí para cumplirla y que nunca la podrán echar abajo ellos solitos sin que se monte la gorda en aplicación del artículo 2 de la misma.
¿Cuándo querrá la UE terminar con esta plaga del nacionalismo, cuya última masacre se llamó Yugoslavia? Bastaría para ello con un simple acuerdo como éste: “Aquel que fuerce la ruptura de las fronteras actuales quedará fuera de la Unión”.

lunes, 24 de septiembre de 2012

jueves, 20 de septiembre de 2012

Gente de izquierda y nacionalistas


El cambio más llamativo operado desde los años de la República y manifestado en la Transición fue el de los partidos de izquierda. Es difícil salir incólume de una guerra civil y cuarenta años de dictadura: acontecimientos tan dramáticos marcan a fuego no solo a las personas, sino también a los grupos sociales. Hemos hablado de cómo la Iglesia tuvo que renunciar a su secular doctrina multilingüe de la predicación, así fuera temporalmente, y de cómo la burguesía catalanohablante se acomodó a las exigencias lingüísticas del régimen franquista. Al morir Franco, cobró carta de naturaleza una singular alianza que, si bien quizá tuviera sus orígenes en los años de la guerra, se fraguó sobre todo durante la dictadura y se consolidó durante la Transición: la de gentes de izquierda y nacionalistas, a quienes quizá por haber compartido reuniones clandestinas, persecuciones o cárcel les quedó hasta hoy un sentimiento de solidaridad mancomunada que ha trastocado numerosos valores.

Lenguas en guerra, IRENE LOZANO

martes, 18 de septiembre de 2012

El sujeto que se hace responsable


Una vez más hay que volver al sujeto constituyente. El poder no puede desaparecer sino cambiar de nuevo de titularidad. No es el monarca, no es la nación, no es el pueblo, el titular, sino el sujeto que se hace responsable de su azarosa presencia en el mundo, y que, superando la angustia de la precariedad, se lanza a una azarosa y valiente navegación.


La pasión del poder, JOSÉ ANTONIO MARINA

viernes, 14 de septiembre de 2012

El poder nacionalizador de las palabras

Entrevista a Jesús Laínz en Periodista Digital.


jueves, 13 de septiembre de 2012

Coerción


"Sólo el poder que admite alternativas es verdadero poder, mientras lo demás es coerción".


NIKLAS LUHMANN

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Hablas castellano, luego eres culpable


La opinión de Jesús Royo en La Voz Libre.



Pilar Rahola es una persona notable en muchos aspectos, inteligente, vivaracha y pertinaz. También tendrá sus defectos, porque toda persona que se precie debe tenerlos, pero no es muy elegante entrar en detalles, así que me callo. Pero entre sus cualidades hay una -no sé si virtud o defecto- especialmente grata para sus interlocutores, y es que suele decirlo todo claro y sin tapujos. Piensa mucho, pero habla y escribe más, y por lo tanto se le entiende todo a la primera. A finales de año expresaba en la tele, en coloquio con Cuní, que el catalán está en peligro, a pesar de todo el apoyo institucional de que goza. Cuní opinaba diferente, y Rahola le dedicó al tema su columna en 'La Vanguardia' del 29/12. Y dice: “El castellano que hoy se habla en Catalunya proviene de los ciudadanos foráneos que decidieron no hablar el catalán, y lo han consolidado a lo largo de los años. Con el añadido de décadas de dictadura que tampoco permitían ningún apoyo a una lengua prohibida y reducida a la intimidad. La suma ha dado un país de catalanohablantes durante ocho siglos y que en sólo un siglo tiene una lengua foránea consolidada y peligra la lengua propia. Si añadimos los inmigrantes venidos en poco tiempo, muchos de países de habla castellana y la mayoría socializados en castellano, la situación acaba de complicarse.”

Rahola parece ecuánime, como si relatara simplemente la realidad. Pero qué va. Rascando un poquito, enseguida se le ve el prejuicio en toda su crudeza, el prejuicio sociolingüístico que envenena toda la vida catalana. Rahola expresa el sentir de la población media catalanista . El bilingüismo de la Cataluña actual no es legítimo, sino algo anómalo, como una enfermedad. Durante ocho siglos Cataluña fue una sociedad sana y monolingüe, y solo desde hace cien años está siendo atacada por esa patología. Y el agente patógeno han sido “los ciudadanos foráneos que decidieron no hablar catalán”. O sea, lo que antes llamábamos charnegos, sin tantos remilgos. Fíjense que dice “decidieron no hablar catalán”, cuando la decisión debería ser al revés. Un charnego no tiene que decidir hablar en castellano, ya lo habla de nacimiento: lo que sí tiene que decidir es abandonarlo y adoptar el catalán. Pues eso: al decidir no hablar catalán se resistieron a algo noble, natural y bueno, con lo que se cargaron de culpa. Ellos son los gérmenes patógenos, primero por ser “foráneos” -ya sabemos que, para el instinto territorial, el forastero es peligroso por definición-, y segundo por no adoptar el catalán y olvidarse -y avergonzarse- del castellano, esa lengua foránea, luego culpable. Además deben cargar con el oprobio de la dictadura franquista, de la que, queriéndolo o no, objetivamente fueron colaboradores. Y por último está la emigración de latinos, árabes y rumanos, que vienen a continuar y rematar la faena de los “castellanos”. El mensaje oculto es: quien persiste hablando castellano, quien no se pasa al catalán, se sitúa entre los inmigrantes, en el último escalón social. O sea, resumiendo, los que hablamos castellano en Cataluña somos los responsables de la próxima muerte del catalán, primero por ser foráneos, segundo por no abandonar el castellano, tercero por hacerle la cama al dictador y cuarto por sumarnos a la inmigración depauperada. Uno echa en falta el mensaje sencillo y certero del profesor Badia Margarit: “si el catalán se muere no será porque los castellanohablantes hablen castellano, sino porque los catalanohablantes no hablen catalán.” Obvio.

Pero de paso, y como quien no quiere la cosa, la frase de Rahola da por buena la existencia de dos tipos de ciudadanos, formalmente iguales, pero moralmente no. Es otra vez la sociedad estamental, que tantas cosas explica en Cataluña: todos somos catalanes, pero unos son más catalanes que otros. Unos tienen una herencia milenaria y gloriosa, y los otros han venido a cargársela, lo que Rahola dice “complicar la situación”.

Practiquemos una vez más el juego perverso de la simetría. Imaginemos qué nos parecería si alguien definiera a los catalanes como “ciudadanos que decidieron no adoptar el español”, y que con su empeño han quebrado el hermoso proyecto de una España homogénea y fraterna. Imperial. Cuánta razón tiene Ucelay da Cal, cuando dice que el pensamiento falangista proviene del noucentisme catalán. L'imperialisme és la fase superior del nacionalisme: Prat de la Riba. Y Xènius. En fin...